Por Joel Cruz Cotero
"Nos comprometimos a Mover a México, a sacarlo del
estancamiento, por eso hicimos las Reformas."
Enrique Peña Nieto, Presidente de México
No es nada nuevo que, al
observar el ingreso per cápita de México y otros países desde 1950 hasta 2011,
se encuentren patrones distintos en cada uno de los casos. ¿Qué es lo que se
ve? México tuvo un crecimiento más o menos sostenido hasta la década de los
ochenta —fenómeno que fue similar en casi toda América Latina—; después, el
crecimiento fue mediocre. Estados Unidos ha tenido un crecimiento sostenido
estable. China y Corea del Sur tuvieron un gran crecimiento económico —Corea
rebasó a México y está alcanzando a Estados Unidos. En cambio, Venezuela tuvo
un crecimiento marginal. Por último, Nigeria tuvo incluso un decrecimiento considerable
—como seguramente sucede en muchos países africanos.
PIB per
cápita (logaritmo) de 1950 a 2011 para México, Estados Unidos, Corea del Sur,
China, Nigeria y Venezuela (Elaboración propia con datos de Penn World Tables
8.1)
¿Qué explica estás
diferencias? De acuerdo con las teorías neoclásicas del crecimiento, el motor
del crecimiento económico sostenido es el cambio tecnológico. Estas teorías
argumentaban que la inversión en maquinaria y en capital humano sólo ayudaría
al crecimiento cuando el país se encontraba en desarrollo y todavía no llegaba
al equilibrio. Es decir, un país en desarrollo debía invertir en maquinaría y
en la escolaridad de sus trabajadores, y un país desarrollado debía innovar en
tecnología para continuar creciendo. Sin embargo, con el paso del tiempo, la
grandes inversiones en capitales físico y humano no rindieron fruto de igual
forma en todos los países. ¿Por qué? Porque las instituciones eran distintas y
éstas cambian todos los incentivos en los mercados.
El crecimiento económico en
México no es, para nada, como el de Estados Unidos y parece que está muy lejos
de serlo. Al comparar a México con Corea del Sur, podemos inferir que hay algo
que está funcionando en Corea —y no en México—, pues este país asiático se está
acercando a pasos agigantados al titán americano. Ahora bien, México ha tenido
un mejor desempeño que Venezuela y Nigeria, pero no vale la pena presumir que
hay países en peores situaciones —como alguien lo mencionó hace poco. Lo interesante
es ver qué cambios se han hecho y qué cambios faltan.
William Bernstein, en su
libro The Birth of Plenty,[1] argumenta que el
crecimiento de la riqueza se ha basado en el buen financiamiento, y que la
existencia de recursos naturales no sostiene el crecimiento económico en el
largo plazo. El autor menciona que el crecimiento económico sostenido tiene
cuatro prerrequisitos: 1) los derechos de propiedad bien definidos, 2) el
método científico, 3) el financiamiento para el desarrollo de nuevas tecnologías
y 4) la infraestructura de comunicaciones y transportes eficientes. Los países
desarrollados, como Estados Unidos y el Reino Unido, fueron fortaleciendo todas
estas condiciones a lo largo de su historia; al final del día les permitió
tener un crecimiento económico adecuado.
En cambio, en México se ha
trabajado en grandes reformas transformadoras con las que se plantea mejorar el
desempeño económico del país. Sin embargo, aunque sí son importantes y
necesarias, no van a ser suficientes si no cuenta con los prerrequisitos que
Bernstein mencionó. En primer lugar, para que los derechos de propiedad sean
garantizados, es menester que se fortalezca el Estado de derecho; si éste es
débil, los contratos celebrados serán mucho más costosos, ya que habrán más
requisitos y candados para asegurar que las partes interesadas cumplan. Por
ejemplo, es muy difícil que un banco haga un préstamo a una empresa sin que la
segunda deje un bien en garantía; en otros países, este requisito casi nunca es
necesario. De igual manera, es importante trabajar en transparencia, pues la
corrupción incrementa los costos de transacción.
En segundo lugar, con
respecto al método científico, México no tiene grandes problemas, pues el
conocimiento generado, desde hace ya mucho tiempo, se ha basado en la razón —y
no en cuestiones dogmáticas. Probablemente sólo existen algunas controversias sobre
libertades que se siguen justificando en creencias religiosas.
Más interesante, en tercer
lugar, hay mucho trabajo que hacer para que mejore el financiamiento para el
desarrollo de nuevas tecnologías. Por un lado, se tiene que invertir mucho más
en los centros de ciencia y tecnología, y fomentar la producción de más
patentes, por supuesto que esto no implica descuidar la educación básica —que
por cierto es donde se debería de encontrar el nuevo talento. Por el otro lado,
es necesario que se faciliten créditos y subsidios para la creación de nuevas
empresas, ya que éstas son las que se van a encargar de las innovaciones;
recordemos que muchas de estas firmas no sobreviven, pues no logran asumir los
riesgos que enfrentan y la falta de buenos financiamientos, sobre todo, en sus
primeros años.
Por último, en cuarto lugar,
está la disponibilidad de infraestructura en comunicaciones y transportes. Sin
buenos conectores, los mercados no pueden dejar de ser locales para ser
nacionales —y mucho menos internacionales. Los gobiernos federal, estatal y
municipal invierten mucho en caminos y transporte, sin embargo, la obra pública
en el país está profundamente ligada a intereses políticos e individuales. Si
tomamos, por ejemplo, el nuevo tren México-Toluca, es claro que es un proyecto
viable y con grandes beneficios sociales, mas ¿es el proyecto más eficiente?
Habría que preguntarle a un proyectista, pero me imagino que seguramente no, y
las decisiones de llevar a cabo el proyecto fueron sesgadas por los intereses políticos.
De igual manera, las telecomunicaciones no pueden avanzar mientras no se
permita una correcta competencia; mientras unas pocas compañías bloquen la
entrada de nuevos competidores, no van a existir los incentivos para que
existan mejoras sustantivas. Hoy por hoy, le doy la bienvenida a AT&T,
quien será un competidor diestro de las compañías de celulares que ya están
establecidas en el país; sólo espero ver avances con la televisoras y con las
compañías telefónicas pronto.
Las
reformas del Presidente Peña son buenas, pero no son suficientes. No le puedo
aplaudir la insensibilidad, la mala comunicación y corrupción que ha existido
en la administración peñista. Sin embargo, soy un optimista y lo que menos
desearía para el país es que le saliera todo mal a la actual administración, ya
que eso implicaría que le iría mal a México. Ahora bien, también hay que poner
los pies en la tierra, el Presidente Peña y su equipo no pueden confiar
ciegamente en que las reformas van llegar a tapar los agujeros creados, y mucho
menos si no están asentadas las bases para que funcionen éstas adecuadamente.
México no se va a mover nada más con buenas voluntades, se tienen que cambiar
las instituciones que sean necesarias.
Publicado el 02 de septiembre de 2015 en masdimensiones.com
[1] William
Bernstein, The Birth of Plenty: How the Prosperity of the Modern World was
Created (Estados Unidos: McGraw-Hill, 2004).
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