martes, 15 de septiembre de 2015

Crecimiento y reformas

Por Joel Cruz Cotero

"Nos comprometimos a Mover a México, a sacarlo del estancamiento, por eso hicimos las Reformas."

Enrique Peña Nieto, Presidente de México


No es nada nuevo que, al observar el ingreso per cápita de México y otros países desde 1950 hasta 2011, se encuentren patrones distintos en cada uno de los casos. ¿Qué es lo que se ve? México tuvo un crecimiento más o menos sostenido hasta la década de los ochenta —fenómeno que fue similar en casi toda América Latina—; después, el crecimiento fue mediocre. Estados Unidos ha tenido un crecimiento sostenido estable. China y Corea del Sur tuvieron un gran crecimiento económico —Corea rebasó a México y está alcanzando a Estados Unidos. En cambio, Venezuela tuvo un crecimiento marginal. Por último, Nigeria tuvo incluso un decrecimiento considerable —como seguramente sucede en muchos países africanos.

PIB per cápita (logaritmo) de 1950 a 2011 para México, Estados Unidos, Corea del Sur, China, Nigeria y Venezuela (Elaboración propia con datos de Penn World Tables 8.1)


¿Qué explica estás diferencias? De acuerdo con las teorías neoclásicas del crecimiento, el motor del crecimiento económico sostenido es el cambio tecnológico. Estas teorías argumentaban que la inversión en maquinaria y en capital humano sólo ayudaría al crecimiento cuando el país se encontraba en desarrollo y todavía no llegaba al equilibrio. Es decir, un país en desarrollo debía invertir en maquinaría y en la escolaridad de sus trabajadores, y un país desarrollado debía innovar en tecnología para continuar creciendo. Sin embargo, con el paso del tiempo, la grandes inversiones en capitales físico y humano no rindieron fruto de igual forma en todos los países. ¿Por qué? Porque las instituciones eran distintas y éstas cambian todos los incentivos en los mercados.

El crecimiento económico en México no es, para nada, como el de Estados Unidos y parece que está muy lejos de serlo. Al comparar a México con Corea del Sur, podemos inferir que hay algo que está funcionando en Corea —y no en México—, pues este país asiático se está acercando a pasos agigantados al titán americano. Ahora bien, México ha tenido un mejor desempeño que Venezuela y Nigeria, pero no vale la pena presumir que hay países en peores situaciones —como alguien lo mencionó hace poco. Lo interesante es ver qué cambios se han hecho y qué cambios faltan.

William Bernstein, en su libro The Birth of Plenty,[1] argumenta que el crecimiento de la riqueza se ha basado en el buen financiamiento, y que la existencia de recursos naturales no sostiene el crecimiento económico en el largo plazo. El autor menciona que el crecimiento económico sostenido tiene cuatro prerrequisitos: 1) los derechos de propiedad bien definidos, 2) el método científico, 3) el financiamiento para el desarrollo de nuevas tecnologías y 4) la infraestructura de comunicaciones y transportes eficientes. Los países desarrollados, como Estados Unidos y el Reino Unido, fueron fortaleciendo todas estas condiciones a lo largo de su historia; al final del día les permitió tener un crecimiento económico adecuado.

En cambio, en México se ha trabajado en grandes reformas transformadoras con las que se plantea mejorar el desempeño económico del país. Sin embargo, aunque sí son importantes y necesarias, no van a ser suficientes si no cuenta con los prerrequisitos que Bernstein mencionó. En primer lugar, para que los derechos de propiedad sean garantizados, es menester que se fortalezca el Estado de derecho; si éste es débil, los contratos celebrados serán mucho más costosos, ya que habrán más requisitos y candados para asegurar que las partes interesadas cumplan. Por ejemplo, es muy difícil que un banco haga un préstamo a una empresa sin que la segunda deje un bien en garantía; en otros países, este requisito casi nunca es necesario. De igual manera, es importante trabajar en transparencia, pues la corrupción incrementa los costos de transacción.

En segundo lugar, con respecto al método científico, México no tiene grandes problemas, pues el conocimiento generado, desde hace ya mucho tiempo, se ha basado en la razón —y no en cuestiones dogmáticas. Probablemente sólo existen algunas controversias sobre libertades que se siguen justificando en creencias religiosas.

Más interesante, en tercer lugar, hay mucho trabajo que hacer para que mejore el financiamiento para el desarrollo de nuevas tecnologías. Por un lado, se tiene que invertir mucho más en los centros de ciencia y tecnología, y fomentar la producción de más patentes, por supuesto que esto no implica descuidar la educación básica —que por cierto es donde se debería de encontrar el nuevo talento. Por el otro lado, es necesario que se faciliten créditos y subsidios para la creación de nuevas empresas, ya que éstas son las que se van a encargar de las innovaciones; recordemos que muchas de estas firmas no sobreviven, pues no logran asumir los riesgos que enfrentan y la falta de buenos financiamientos, sobre todo, en sus primeros años.

Por último, en cuarto lugar, está la disponibilidad de infraestructura en comunicaciones y transportes. Sin buenos conectores, los mercados no pueden dejar de ser locales para ser nacionales —y mucho menos internacionales. Los gobiernos federal, estatal y municipal invierten mucho en caminos y transporte, sin embargo, la obra pública en el país está profundamente ligada a intereses políticos e individuales. Si tomamos, por ejemplo, el nuevo tren México-Toluca, es claro que es un proyecto viable y con grandes beneficios sociales, mas ¿es el proyecto más eficiente? Habría que preguntarle a un proyectista, pero me imagino que seguramente no, y las decisiones de llevar a cabo el proyecto fueron sesgadas por los intereses políticos. De igual manera, las telecomunicaciones no pueden avanzar mientras no se permita una correcta competencia; mientras unas pocas compañías bloquen la entrada de nuevos competidores, no van a existir los incentivos para que existan mejoras sustantivas. Hoy por hoy, le doy la bienvenida a AT&T, quien será un competidor diestro de las compañías de celulares que ya están establecidas en el país; sólo espero ver avances con la televisoras y con las compañías telefónicas pronto.


Las reformas del Presidente Peña son buenas, pero no son suficientes. No le puedo aplaudir la insensibilidad, la mala comunicación y corrupción que ha existido en la administración peñista. Sin embargo, soy un optimista y lo que menos desearía para el país es que le saliera todo mal a la actual administración, ya que eso implicaría que le iría mal a México. Ahora bien, también hay que poner los pies en la tierra, el Presidente Peña y su equipo no pueden confiar ciegamente en que las reformas van llegar a tapar los agujeros creados, y mucho menos si no están asentadas las bases para que funcionen éstas adecuadamente. México no se va a mover nada más con buenas voluntades, se tienen que cambiar las instituciones que sean necesarias.

Publicado el 02 de septiembre de 2015 en masdimensiones.com



[1] William Bernstein, The Birth of Plenty: How the Prosperity of the Modern World was Created (Estados Unidos: McGraw-Hill, 2004).

   

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