Por
Joel Cruz Cotero
El voto es el instrumento más poderoso jamás concebido
por el hombre para derribar la injusticia y destruir las terribles paredes que
encarcelan a hombres por ser diferentes de otros hombres.
Lyndon B.
Johnson
En la columna anterior escribí algunas reflexiones sobre el votante
mexicano, en respuesta a las columnas Apatía Política I, II & III de
mi colega Felipe Reyes. En esta ocasión reflexionaré sobre las soluciones que
podrían ayudar a mejorar la participación ciudadana en las elecciones y la
calidad de nuestra democracia.
Aclararé, primero, que la baja participación en las elecciones no es un
fenómeno particular en México; hay democracias avanzadas con la misma
dificultad. Por ejemplo, la participación en las últimas elecciones intermedias
de Estados Unidos fue de 42.5% en 2014, 48.59% en 2010 y de 47.52% en 2006.[1] La participación en este
país es muy similar a la de México —incluso, en algunas ocasiones ha sido más
baja—, y no creo que alguien ponga en duda su estatus como democracia.
Elementos que influyen en los niveles de
participación
Hay cuatro elementos esenciales que influyen en los niveles de
participación en las elecciones mexicanas: el sistema de gobierno, las reglas
electorales, la universalidad del voto y la obligatoriedad del voto. Explicaré,
brevemente, cada uno de estos elementos y después hablaré sobre los cambios se
podrían hacer para mejorar la participación en elecciones; específicamente, me
voy a concentrar en la obligatoriedad del voto.
En primer lugar, México tiene un sistema presidencial, por lo que las
elecciones del ejecutivo y del legislativo son completamente independientes. De
esta manera, cuando se elige al ejecutivo, hay más participación —pues se tiene
la idea de que el Presidente es más importante que un Diputado o un Senador—,
en comparación con las elecciones legislativas.
En segundo lugar, en México, el Presidente, el 60% de la Cámara Baja y el
75% de la Cámara Alta son electos por la regla de mayoría simple, es decir, el
que tiene más votos es el que gana la Presidencia o el distrito. Este sistema
—a diferencia de la representación proporcional— genera incentivos para que los
políticos no busquen la movilización de los votantes en donde tienen grandes
desventajas —de hecho, es posible que llamen a la gente a que no vote—, ya que
el ganador se lo lleva todo.
En tercer lugar, en México, el voto es universal. A mayor porcentaje de la
población con derecho al sufragio, menor la participación electoral. En otras
épocas y otros lugares, cuando sólo podían votar los hombres libres adinerados,
era mucho más sencillo hacer que todos emitieran su voto para elegir a un
candidato. Hoy en día, en México, el sufragio es prácticamente universal —sólo
los menores de 18 años, los reos, extranjeros y aquellos que tengan una discapacidad
mental grave son los que no tienen derecho al voto.
Por último, en México, el voto no es obligatorio. En este sentido, los
únicos estímulos que hay para aquellos que acuden a las urnas son las campañas
y el deber cívico que cada ciudadano siente. La alta participación en países
como Bélgica y Australia se explica por la obligatoriedad del voto, mientras
que en México y Estados Unidos no lo es.
La necesidad de mayor participación y su solución
Dicho lo anterior, ¿Por qué sería deseable que la participación en las
elecciones aumentara?, y ¿qué se podría hacer para incrementar la
participación?
Respondiendo a la primera pregunta, es importante mencionar que la baja
participación no atenta contra el sistema democrático, pues en realidad los
ciudadanos tienen, en todo momento, el derecho a votar. Sin embargo, mientras
más participación haya en una elección, el sistema democrático será más
legítimo e igualitario. Por lo tanto, aumentar la participación en las
elecciones es deseable.
Según Annabelle Lever,[2] usualmente los que menos
salen a las urnas son los votantes más jóvenes, los votantes menos educados y
los votantes con menores ingresos. En consecuencia, estos votantes no están
representados en el gobierno —entendiéndolo como los poderes ejecutivo, legislativo
y judicial— por lo que una dictadura electiva —legitimada por aquellos que sí
votan— provoca desigualdad de representación y una menor legitimidad del
gobierno conformado.
De igual forma, la democracia es un bien público, en donde todos los ciudadanos
se benefician del sistema, sin importar si votan o no. La cuestión es que al
ser un bien público, el sistema se presta a que haya oportunistas (free-riders)
que no votan —ni participan de alguna otra manera en la vida pública— y que se
benefician de aquellos que sí lo hacen. De ahí que, la representación desigual
y la inmoralidad del oportunismo dan pie a que se justifique el incremento de
la participación.
Ahora, sobre la respuesta de la segunda pregunta, considero que una
solución viable es hacer obligatoria la participación en México. Esto
implicaría que, por ley, todos los votantes estarían obligados a acudir a las
urnas. Sobre este tema hay algunas objeciones sobre la violación al derecho de
abstenerse. Sin embargo, no habría violación al derecho a abstenerse si en la
boleta el ciudadano tuviera la opción a anular su voto; esto implicaría dar
validez legal, en algunos casos, al voto nulo. Así, hablaríamos —en realidad—
de la participación obligatoria, y no del voto obligatorio. Ahora bien, obligar
a la gente a asistir a las urnas no viola ninguna libertad básica, además es
una obligación que debería tener cualquier ciudadano —así como lo es pagar
impuestos.
Finalmente, a modo de conclusión, Lyndon B. Johnson tenía razón al afirmar
que, mediante el voto, el ciudadano puede combatir la injusticia y expresar sus
deferencias de los otros.
Publicado en
masdimensiones.com el 23 de septiembre de 2015.
[1] Institute for Democracy and Electoral Assistance, “Voter turnout data for
United States” http://www.idea.int/vt/countryview.cfm?id=231#pres
(Fecha de consulta: 18 de septiembre de 2015).
[2] Annabelle Lever, “Compulsory Voting: A Critical Perspective”, British
Journal of Political Science, Vol. 40, No. 04 (octubre, 2010): 897-915.