viernes, 18 de enero de 2008

¿Realmente, la Revolución Mexicana dio fin a la dictadura?

Joel Cruz Cotero

CIDE

La historia del siglo XX mexicano empezó con la Revolución Mexicana y terminó en 2000 con la victoria histórica del Partido Acción Nacional (PAN) sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI). A lo largo del este siglo siempre existió el discurso de libertad, igualdad y democracia. La revolución maderista quería terminar con el régimen autoritario de Díaz, y durante toda la Revolución Mexicana se luchó por erradicar cualquier tipo de dictadura o autoritarismo. Así es como se llega a la tesis de este ensayo: la Revolución Mexicana, que empezó con el levantamiento maderista en 1910 y terminó en 1917 con la promulgación de la Constitución, en realidad no terminó con los gobiernos autoritarios o dictatoriales.

La Revolución

El primer objetivo de la Revolución Mexicana, según el Plan de San Luis de Francisco I. Madero, fue efectivamente terminar con la dictadura de Porfirio Díaz. Era necesario que México alcanzara los ideales de libertad y justicia de la misma manera que las demás democracias en el mundo:

Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de libertad y justicia, se ven precisados en determinados momentos históricos a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida Patria ha llegado a uno de esos momentos: una tiranía que los mexicanos no estábamos acostumbrados a sufrir, desde que conquistamos nuestra independencia, nos oprime de tal manera, que ha llegado a hacerse intolerables.[1]

Madero desconoció las últimas elecciones y argumentó que habían sido ilegales y que Díaz no había obtenido la victoria. Por esta razón era necesario quitar a Díaz si éste tomaba el poder. El resultado que Madero esperaba en México era poder tener alternancia y así una vida democrática. Díaz no podía seguir manipulando la política y controlando todos los ámbitos de la vida nacional, el poder era del pueblo y no de él. Madero menciona en el plan el abuso de poder del general Díaz y el deseo de democracia de los mexicanos:

Tanto el poder Legislativo como el Judicial están supeditados al Ejecutivo; la división de poderes, la soberanía de los Estados, la libertad de los Ayuntamientos y los derechos del ciudadano sólo existen escritos en nuestra Carta Magna.[2]

Pero tal conducta era indispensable [gran número de votantes en las elecciones presidenciales de 1910] para demostrar al mundo que el pueblo mexicano está opto para la democracia, que está sediento de libertad, y que sus gobernantes no responden a sus aspiraciones.[3]

Los medios serían de preferencia pacíficos pero, si era necesario, serían utilizadas las armas. El séptimo y el octavo puntos del Plan de San Luis, mencionan que se utilizarán las armas contra quienes no dejaran el poder que habían obtenido ilegítimamente:

El 20 de noviembre […] todos los ciudadanos de la República tomarán las armas para arrojar a las autoridades que actualmente gobiernan. […] Cuando las autoridades presenten resistencia armada, se les obligará por la fuerza de las armas a respetar la voluntad popular.[4]

Cuando Madero llegó al poder aparecieron nuevas demandas por parte de algunos mexicanos. Emiliano Zapata, junto con otros generales del estado de Morelos que habían apoyado en un principio el Plan de San Luis, se quejaban de que éste no se había cumplido. La Revolución que empezó con Madero no terminó con el fin de la dictadura, solamente se cambió de dictador. Zapata exigió más demandas y desconoció a Madero como presidente. El Plan de Ayala muestra el fracaso del movimiento, ya que las dictaduras no habían terminado como en un principio se había prometido en el Plan de San Luis:

La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas políticas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y don Francisco I. Madero, pues la Nación está cansada de hombres falaces y traidores que hacen promesas como liberadores pero que, al llegar al poder, se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos.[5]

En el norte del país, también Madero comenzó a tener problemas. El general Pascual Orozco desconoció al presidente, al igual que los zapatistas. Orozco argumentaba que el Plan de San Luis, mismo al que se había adherido, no había sido cumplido como Madero había prometido; éste estaba haciendo lo mismo que el gobierno anterior. Esto es lo que se menciona en el Plan de la Empacadora:

1. El iniciador de la Revolución, Francisco I. Madero, falseó y violó el Plan de San Luis. 6. Francisco I. Madero impuso por la fuerza de las armas gobernadores internos e hizo elegir por medio del fraude de los propietarios, violando la soberanía de los estados.[6]

La Revolución continuaría pero Madero no podía representarla más, ya que la había traicionado y se había convertido en un dictador. En este momento, la Revolución tendría que ser más completa, tenía que prestar atención a las demandas laborales y agrarias que en un principio no habían sido consideradas, pero también tenía que combatir las dictaduras, lo que era su primer objetivo.

Madero tuvo un gobierno inestable y muchos revolucionarios se levantaron en armas. Sin embargo, no todos desconocieron su gobierno. Algunos líderes como el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, sí reconocieron a Madero como presidente legítimo. Cuando se dio el levantamiento orozquista, Madero pidió a Carranza que pusiera las fuerzas estatales al mando del general Treviño (jefe militar federal). Carranza se negó, pero le ofreció a Madero trabajar junto con su ejército para combatir a los rebeldes ex revolucionarios. Carranza, en la correspondencia que envió a Madero el 23 de febrero de 1912, mencionó lo siguiente: “Sería conveniente que el jefe de las fuerzas federales y yo camináramos de acuerdo para las operaciones contra los sublevados en este Estado”.[7] Él estaba dispuesto a combatir contra los ex revolucionarios y a proteger los gobiernos estatal y federal. En la misma correspondencia se menciona lo siguiente:

Este usted seguro que procederé con actividad y energía y que con indicación de usted o sin ellas, en cualquier circunstancia, obrare como debo obrar para sostener en el orden en el Estado y al Gobierno general […].[8]

Carranza entonces vería en Madero un líder legítimo y no a un dictador. Es por eso que cuando asesinan a Madero, en 1913, Carranza desconoció al gobierno de Victoriano ya que había atentado contra el gobierno emanado de la voluntad popular. En un mensaje hacia al pueblo de Estados Unidos, el 4 de abril de 1913, Carranza declaró:

[…] el pueblo mexicano, no queriendo soportarla más, en una conmoción unánime en 1910, arrojo del poder al general Díaz, y en la elección más espontánea […] llevó a la Presidencia de la República al C. Francisco I. Madero, jefe de la lucha democrática en contra de la dictadura del general Díaz.[9]

Huerta había traicionado al gobierno del pueblo reinstaurando la dictadura. Entonces, los gobiernos de Sonora y Coahuila desconocieron a Huerta. Esto se observa en el Plan de Guadalupe: “Se desconoce al general Huerta como Presidente de la República.”[10] Se iban a utilizar nuevamente las armas con el fin de derrocar el nuevo gobierno ilegítimo. La Revolución tenía la obligación de terminar con la dictadura. En su mensaje al pueblo de Estados Unidos claramente se aprecia esta determinación:

Tal procedimiento [Huerta asumiendo la Presidencia], empleado por el ejército para hacer desaparecer al Gobierno del pueblo, trajo como consecuencia el desconocimiento […] del llamado Gobierno del general Huerta, […] y el referido desconocimiento originó el conflicto armado que empieza a asolar a la nación y que no tendrá más solución que por medio de las armas, pues los que creemos que debe imperar el derecho sobre la fuerza, no consentiremos la restauración de la dictadura, que hoy sería mil veces más funesta que la pasada.[11]

El gobierno de Huerta no duró mucho tiempo pues cayó en agosto de 1914. Venustiano Carranza se convirtió en el nuevo Presidente e iniciaría el proceso de reformar a la Constitución de 1857. Ésta había dado lugar a que se desarrollaran regímenes autoritarios ya que los principios declarados no eran llevados a la práctica. En el mensaje de Carranza al Constituyente de 1916, menciona:

[…] los legisladores de 1857 se conformaron con la proclamación de principios generales que no procuraron llevar a la práctica, acomodándolos a las necesidades del pueblo mexicano para darles pronta y cumplida satisfacción […]. El Poder público se ha ejercido, no por el mandato libremente conferido por la voluntad de la nación, manifestada en la forma que la ley señala, sino por imposiciones de los que han tenido en sus manos la fuerza pública.[12]

El objetivo de las reformas era hacer aplicables las leyes de forma que se pudieran evitar los abusos del siglo XIX:

[…] expresamente ofreció el Gobierno de mi cargo que en las reformas a la Constitución de 1857 […] se conservaría intacto el espíritu liberal de aquélla y la forma de Gobierno en ella establecida que dichas reformas sólo se reducirían a quitarle lo que la hace inaplicable.[13]

El 5 de febrero se promulgó la Constitución de 1917. En ésta se consagraban los principios liberales del siglo XIX y también los principios revolucionarios. La Revolución había terminado y ahora la nueva Constitución protegería a la nación de las dictaduras y brindaría democracia a los mexicanos.

El periodo posrevolucionario

En 1920 habría una sucesión presidencial; desde 1919 Álvaro Obregón se había declarado candidato para Presidente. Ahora, el trabajo de los siguientes presidentes era hacer cumplir los principios emanados de la Revolución. Aquél llegaría al poder con el apoyo popular y su gobierno defendería los principios revolucionarios. En su manifiesto a la nación esto es lo que dijo:

Los intereses materiales creados durante el periodo revolucionario, que necesitan buscar su defensa, consistiendo la más práctica en crear autoridades vinculadas con esos intereses para que subordinen a ellos los intereses colectivos.[14]

Obregón, en este sentido, era un demócrata enemigo de las dictaduras. En su mismo manifiesto menciona:

Soy y seré leal amigo de los hombres que con esfuerzo y con su sangre respondieron al llamado de la patria, cuando Victoriano Huerta pretendió hundirla en la ignominia, […] seré enemigo irreconciliable de aquellos que pretendan que sus servicios les sean pagados con las mismas libertades que Huerta había usurpado y que juramos recobrar para devolverlas al pueblo.[15]

El 23 de abril de 1920 fue lanzado el Plan de Agua Prieta. La Constitución no había logrado terminar con los regímenes autoritarios. Este plan desconocía a Carranza ya que éste había traicionado a la Revolución:

I. Que el actual presidente de la República, C. Venustiano Carranza, se había constituido jefe de un partido político, y persiguiendo el triunfo de ese partido ha burlado de una manera sistemática el voto popular; ha suspendido, de hecho las garantías individuales; ha atentado repetidas veces contra la soberanía de los estados y ha desvirtuado radicalmente la organización de la República.[16]

La soberanía nacional residía en el pueblo y no en una persona. Los principios revolucionarios defendían esta idea, y estos principios se tenían que cumplir.

Durante los siguientes dos periodos presidenciales, el de Álvaro Obregón y el de Plutarco Elías Calles, hubo una relativa estabilidad, aunque sí llegaron a haber acciones autoritarias. Uno de los mejores ejemplos es la represión que tuvieron los soldados de Cristo durante la Cristiada. Jean Meyer habla sobre estos abusos que se dieron en un pueblo de Jalisco en su obra El Coraje Cristero. Esto es una idea de lo que ocurrió en dicho conflicto:

A la vez entraron al pueblo tropas federales con actitud de terror y con gran furia, aun cuando todavía no se daban cuenta de la decisión que los católicos tomaban: se cometió el gran sacrilegio que consistió en que los federales penetran en la parroquia, abren el Sagrado y tiran por el suelo las sagradas formas y después de pisotearlas, ponen en la mesa del altar maíz para los caballos de los jefes.[17]

La institucionalización

En 1928 Álvaro Obregón intentó ser nuevamente presidente, la Constitución tuvo que ser modificada para que se le permitiera una reelección no continua. Compitió y ganó las elecciones de 1928, pero una crisis política invadiría el país. Álvaro Obregón, siendo ya candidato electo, fue asesinado. Inmediatamente se pensó en Calles, el entonces presidente de México. Emilio Portes Gil lo relata así:

–en los días que siguieron a su muerte– tanto en recinto del Congreso como en tumultuosas manifestaciones políticas, habían hecho la más enérgica oposición al gobierno y lanzando en contra del presidente Calles y de los líderes laboristas las más tremendas acusaciones como autores o cómplices de asesinato.[18]

Calles respondió que su intención no era la de reelegirse. En su último informe presidencial dijo:

[…] se han ejercitado sobre mí, para lograr mi aquiescencia en la continuación de mi encargo, y que no únicamente motivos de moral, ni consideraciones de credo político personal, sino la necesidad que creemos definitiva y categórica, de pasar de un sistema más o menos velado de gobiernos de caudillos a un más franco régimen de instituciones, me han decidido a declarar, solemnemente […] que no sólo no buscaré la prolongación de mi mandato aceptando una prórroga o una designación como Presidente provisional, sino que, ni el periodo que siga al interinato, ni en ninguna otra ocasión, aspiraré a la Presidencia de mi país.[19]

Por principio de cuentas, Calles dio a entender que iba a respetar el principio de no reelección que había sido una de las bases de la Revolución Mexicana. Pero también quiso dar a entender que él no había tenido nada que ver con el asesinato de Obregón. Los problemas de México ya no eran realmente causados por las dictaduras, como en los años anteriores, más bien eran causados por el caudillismo, por lo que tenía que haber una transformación hacia el institucionalismo. Dichos problemas habían sido combatidos de manera exitosa por las dictaduras y los gobiernos autoritarios durante la Revolución. En su mismo discurso Calles mencionó lo siguiente sobre los triunfos revolucionarios:

Nos hayamos los revolucionarios suficientemente fuertes; tenemos ya conquistados en la ley, en la conciencia pública y en los intereses de las grandes mayorías, posiciones de combate por hoy indestructibles para no temer a la reacción; para invitarla a la lucha en el campo de la ideas, puesto que en la lucha armada […] hemos tenido triunfos completos, triunfos que […] siempre han comprendido en nuestra historia, a los grupos que representan tendencias liberales o ideas de mejoramiento y de avance social.[20]

Así, en 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR) como producto de la institucionalización de la que había hablado Calles. El primer presidente que obtuvo la victoria con el PNR fue Emilio Portes Gil. Al igual que Calles, para Portes Gil el principal problema era la institucionalización. Durante su gobierno se acusaba a Calles de manipular el poder para poder continuar en cierto modo gobernando de manera indirecta pero Portes Gil negó esto:

Todo eso […] creo que me acredita como un hombre que no se prestará jamás a ser instrumento de nadie; pero también juzgo que romper mi amistad con el general Calles por imputaciones que se le están haciendo, la mayor parte de ellas sin fundamento, es algo que no esta en mi contextura moral.[21]

Calles, según Portes Gil, a pesar de haber tenido una estrecha relación con él, no estaba influenciándolo. La política de Portes Gil no dependía de los intereses de Calles, sino de los de la nación mexicana.

Cardenismo

En 1934, Lázaro Cárdenas se convirtió en el nuevo presidente. Él sabía que la Revolución ya había logrado grandes avances, pero todavía faltaba muchas cosas por hacer. En su discurso de toma de protesta, ante el Congreso de la Unión, el 30 de noviembre de 1934, Cárdenas afirmó:

La Revolución Mexicana ha seguido desde su origen y a través de su historia un anhelo de justicia social y dentro de este anhelo ha tratado de vencer múltiples resistencias de carácter económico, político y moral que toda revolución encuentra. Pero esta consideración no debe ocultarnos la realidad permanente en que se desenvuelve la vida de la República y en la que perduran todavía muchos aspectos de explotación a pesar de los esfuerzos que el gobierno revolucionario ha venido haciendo hasta hoy.[22]

Para Cárdenas el Estado emanado de la Revolución representaba el interés de la sociedad, de esta forma el gobierno no podría ser dictatorial ya que iría en contra de los ideales revolucionarios (la Revolución como se vio en un principio siempre estuvo en contra de los sistemas dictatoriales). Cárdenas en este discurso mencionó lo siguiente:

Solo el Estado tiene un interés general y, por eso, sólo él tiene una visión de conjunto. La intervención del Estado ha de ser cada vez mayor, cada vez más frecuente y cada vez más a fondo.[23]

Durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, había un intelectual cuyo nombre era Luis Cabrera. Éste había participado en la política pero su crítica es más como un observador que como un político. La Revolución Mexicana según Cabrera no había tenido una continuación. A la revolución original la denominó La Revolución de Antes y al movimiento iniciado por Obregón y que había continuado hasta Cárdenas, que se habían hecho llamar hijos de la Revolución, lo denominó La Revolución de Ahora. Así es como lo dice:

Llamo la Revolución de Entonces a la que inició Madero y consumo Carranza. La cristalizó en la Constitución de 1917. Llamo la Revolución de Ahora a la que se propone destruir la Constitución, por anticuada, y sustituirla por las nuevas teorías sobre la organización de una sociedad sin clases.[24]

Ahora, la manera de que los mandatarios lograran sus propósitos era utilizando diferentes herramientas a las que se utilizaban en los gobiernos autoritarios del siglo pasado. Ahora para que éstos lograran sus objetivos, evocaban al pueblo haciéndoles creer que era el interés del pueblo. Así es como lo observa Cabrera:

En la actualidad ya no hay guerra civil, y sin embargo hay muchas cosas que se hacen fuera de la ley. Cada vez que la Constitución o las leyes estorban para algo, se invoca el interés público y los principios revolucionarios para no respetar la ley.[25]

Los nuevos revolucionarios eran dictadores:

[…] los revolucionarios de Ahora, los que pretenden derogar la Constitución de 1917, por anticuada e inútil para implantar la Dictadura del Proletariado, a base de una sociedad sin clases.[26]

Los derechos de los individuos se controlaban de una manera muy inteligente. El Estado tenía derecho de controlarlos, pero al final era los nuevos revolucionarios los que manipulaban éstos para hacer lo que deseaban. Cabrera lo menciona así:

Con que se cambie el nombre y se diga ahora que el Estado es el supremo interprete de los derechos de la Sociedad, no hemos adelantado nada. Porque detrás de la palabra Estado, está la palabra gobierno, y detrás de la palabra gobierno estarán siempre los hombres que quieran arrogarse la facultad de resolver cuáles son las necesidades sociales a que ha de estar esclavizado el individuo.[27]

Los nuevos revolucionarios eran unos traidores:

Los traidores a la Revolución son más bien los que habiendo tomado parte en la Revolución Entonces y habiendo combatido la tiranía porfiriana, comprenden que la Revolución de Ahora va contra la Constitución de 1917 y contra sus principios; pero por debilidad, o por hambre, o por cobardía, han cambiado de chaqueta y ahora aceptan una nueva forma de tiranía.[28]

En un principio la Revolución Mexicana había combatido la oligarquía porfirista. Sin embargo, los revolucionarios de ahora se habían convertido en los nuevos oligárquicos, en los nuevos dictadores. Cabrera en su obra dice:

El régimen porfirista […] era, ante todo, una oligarquía, es decir el gobierno de unos cuantos, de una clase privilegiada. […] Sólo que ahora se trata del gobierno de las clases bajas, estableciendo la dictadura del proletariado […].[29]

La época del PRI

Cárdenas cambió el PNR por el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938. Y Miguel Alemán creó el Partido Revolucionario Institucional en 1946. En este momento, según los hombres del partido, la Revolución había alcanzado su máxima expresión. En el acuerdo tomado en la Asamblea Nacional del PRI, el 12 de octubre de 1951, se puede notar:

Considerando que en el presidente Alemán la Revolución Mexicana alcanza la culminación de su impulso creador y la plenitud de su pensamiento político.[30]

Además, en la Carta Magna habían quedado consagrados los principios de la Revolución y la garantía del bien de todos:

La Constitución Política que nos rige –concreción magnífica de los principios de la Revolución Mexicana–, garantiza con sus normas los derechos individuales, las conquistas sociales y las libertades políticas.

Entonces la Revolución y el partido habían aparentemente evitado el abuso de poder y las dictaduras.

El PRI sería un partido en el que el presidente tendría un control de todo. Éste era la máxima autoridad del país. Ya no era una oligarquía, era más bien una dictadura individual. La Revolución siempre fue la fuente de legitimidad de todas las acciones, pero muchas veces era insuficiente. Uno de los críticos del PRI más famosos es Daniel Cosío Villegas, quien mencionó lo siguiente:

La crisis proviene de que las metas de la revolución se han agotado, al grado de qué el término mismo de revolución carece de sentido.[31]

[…] una de las metas principales fue la condenación de la tenencia indefinida del poder por parte de un hombre o de un grupo de hombres.[32]

La Revolución Mexicana, según Cosío Villegas, ha sido la base de la legitimidad de todas las acciones de los gobernantes.

Para la justificación de la revolución mexicana, como de toda revolución, de todo movimiento que subvierte un orden establecido, no puede ser otra que el convencimiento de su necesidad, es decir, de que sin ella el país estaría en una condición peor o menos buena.[33]

Por eso, no era raro escuchar que el fondo de un discurso de un político del PRI siempre se legitimará por la Revolución. El discurso de la Revolución sirvió muchas veces para la tergiversación de la política. La Revolución que en un principio había sido utilizada para terminar con los gobiernos autoritarios ahora era el pretexto para justificar un gobierno autoritario.

El PRI era un partido dictatorial. La forma de ver esto de manera más clara es que la oposición por mucho tiempo no había logrado conquistar el poder. Aunque si existía oposición, no era relevante para las elecciones, en realidad, sólo servía para dar la apariencia de que en México sí había democracia. Cosío Villegas lo considera así:

Más significativo todavía es el hecho de que esa renovación no haya sufrido hasta ahora la única prueba que podría darle un carácter genuinamente democrático: el triunfo electoral de un partido o grupo ajeno y, todavía mejor, opuesto al gobierno.[34]

La caída

El sistema autoritario del PRI en algún momento se tenía que debilitar. Empezó a darse una crisis en el partido a partir de 1962, con la matanza estudiantil en Tlatelolco.[35] El debilitamiento del partido permitió que se llevaran a cabo diversas reformas, entre las que estaba la reforma electoral de 1977.

Existían antecedentes sobre la necesidad de diversas reformas como la electoral. Uno de los críticos de la maquinaria del PRI era Manuel Gómez Morín. Para Morín el PRI era autoritario. Al igual que Cosío Villegas, Gómez Morín consideraba que el PRI era dictatorial por el hecho de que no había permitido en la realidad la vida democrática, aunque hubiese aparentado que sí existía. El PRI contaba con una maquinaria que le permitía controlar las elecciones. Los métodos eran la falsificación, el servilismo, entre otras.

En forma que sólo puede explicarse como deliberado sabotaje, el Consejo del Padrón hizo una división territorial absurda para la organización de sus oficinas en la república, entregó la mayor parte de sus agencias a subordinados del PRI o a empleados o dependientes de los caciques locales y dificultó […] la representación de los partidos independientes, y más concretamente Acción Nacional, en la formación del padrón.[36]

No pareció suficiente al partido oficial ni a sus candidatos esta falsificación para asegurar su “triunfo” en las casillas.[37]

El régimen autoritario existía pero la participación ciudadana influiría mucho en el poder de éste. Mientras más ciudadanos se dieran cuenta y protestaran, el régimen se iría debilitando. Así viene en el informe:

El sufragio efectivo y la representación genuina oscurecen nuestra vida pública, debilitan y vuelven convulsa nuestra economía, impiden la reforma social verdadera y cierran el paso al progreso orgánico y firme de la nación.[38]

Finalmente el último punto crítico antes de que el partido perdiera el poder presidencial fue la crisis en 1988. Durante el 1987 se intentó hacer una reforma dentro del PRI, pero el sistema rígido propició una división en éste. Así la gente que acababa de salir del PRI, junto con otros grupos políticos, formaron el Frente Democrático.[39] Este último entró en las elecciones para competir contra el PRI y el PAN. Se llevaron a cabo las elecciones, el PRI obtuvo la victoria, pero ésta no fue muy creíble. Cuauhtémoc Cárdenas hizo una fuerte crítica hacia el partido de gobierno que ya presentaba signos de debilidad. El autoritarismo estaba fortaleciendo a la oposición y debilitando al partido. Cárdenas en un discurso el 14 de septiembre de 1988 dijo:

El autoritarismo, el desprecio a la voluntad popular, la parcialidad en juicio y el atropello a los procedimientos establecidos en la ley fueron de nueva cuenta impuestos por la mayoría priista de la Cámara de Diputados, erigida en colegio electoral, al calificar y dictaminar sobre la pasada elección y al emitir la declaración de Presidente electo para el periodo 1988-1994.

Conclusión

La Revolución Mexicana en un principio no terminó con los gobiernos dictatoriales o autoritarios. Los revolucionarios en vez de defender los principios revolucionarios originales, los utilizaron para establecer nuevos tipos de gobiernos autoritarios. Además, la Revolución Mexicana fue utilizada para justificar todas las acciones de los políticos, que se decían haber emanado de la Revolución. En este sentido, la Revolución no quitó a las dictaduras ni a los regímenes autoritarios. Sin embargo, casi al final del siglo, con los mismos reclamos que se habían dado al principio de éste, se pudo ver el fin del autoritarismo a medida que la legitimidad de la Revolución perdía su poder.



[1] Francisco I. Madero, “Plan de San Luis”, en Arnaldo Córdova. La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. México: Era, 1973, p. 428.

[2] Idem.

[3] Ibid. p. 430.

[4] Ibid. p. 432.

[5] Emiliano Zapata y otros, “Plan de Ayala” en Arnaldo Córdova. La ideología de la Revolución Mexicana. La formación del nuevo régimen. México: Era, 1973, p. 437.

[6] Pascual Orozco y otros, “Plan de la Empacadora” en La Revolución Mexicana. Crónicas, Documentos, Planes y Testimonios. (Estudio introductorio, selección y notas de Javier Garciadiego). México: UNAM, 2003, p. 153.

[7] Correspondencia entre Venustiano Carranza y Francisco y Madero, en Alfonso Taracena. Venustiano Carranza. México: Jus, 1963, p. 55.

[8] Ibid. p. 58.

[9] Venustiano Carranza, “Mensaje de Venustiano Carranza al pueblo de Estados Unidos”, en Isidro Fabela. Documentos Históricos de la Revolución Mexicana. Revolución y régimen constitucionalista. México: FCE, 1960, tomo I, p. 11.

[10] Venustiano Carranza, “Plan de Guadalupe”, en Felipe Tena Ramírez. Leyes fundamentales de México, 1808-1999. México: Porrúa, 1999, p. 744.

[11] Venustiano Carranza, “Mensaje de Venustiano Carranza al pueblo de Estados Unidos”, en Isidro Fabela. Documentos Históricos de la Revolución Mexicana. Revolución y régimen constitucionalista. México: FCE, 1960, tomo I, p. 12.

[12] Venustiano Carranza. “Mensaje del Primer Jefe ante el Constituyente de 1916”, en Felipe Tena Ramírez. Leyes fundamentales de México, 1808-1999. México: Porrúa, 1999, p. 746-747.

[13] Ibid. p. 49.

[14] Álvaro Obregón, “Manifiesto a la República lanzado por el C. Álvaro Obregón”, en La Revolución Mexicana. Crónicas, Documentos, Planes y Testimonios. (Estudio introductorio, selección y notas de Javier Garciadiego). México: UNAM, 2003, p. 384.

[15] Ibid. p. 385.

[16] Plutarco Elías Calles y otros, “Plan de Agua Prieta”, en La Revolución Mexicana. Crónicas, Documentos, Planes y Testimonios. (Estudio introductorio, selección y notas de Javier Garciadiego). México: UNAM, 2003, p. 394.

[17] Jean Meyer. “Apuntes sobre los hechos históricos realizados en un pueblecito de Jalisco con motivo de la persecución religiosa en Villa Hidalgo” en El Coraje Cristero. México: Universidad de Guadalajara, 2001, p. 155.

[18] Emilio Portes Gil, Autobiografía de la Revolución. Un tratado de interpretación histórica. México: INEHRM, 2003, p. 417.

[19] Plutarco Elías Calles, “Informe presidencial 1° de septiembre de 1928”, en Los Presidentes de México. Discursos Políticos 1910-1988. México: Presidencia de la República-El Colegio de México, 1988, tomo II, p. 170.

[20] Ibid. p. 177.

[21] Emilio Portes Gil, op. cit., p. 420.

[22] Lázaro Cárdenas, “Mensaje al Congreso de la Unión al tomar posesión de la Primera Magistratura del país.”

[23] Ibid., p.36.

[24] Luis Cabrera, “La revolución de entonces (y de ahora)”, en Luis Cabrera. Obras Completas. México: Oasis, 1975, tomo III, p. 789.

[25] Ibid., p. 790.

[26] Ibid., p. 792.

[27] Idid., p. 794.

[28] Ibid., p. 795.

[29] Ibid., pp. 796-797.

[30] “Acuerdo tomado en la Asamblea Nacional del PRI, 12 de octubre de 1951”, en Los Presidentes de México. Discursos Políticos 1910-1988. México: Presidencia de la República-El Colegio de México, 1988, tomo III, pp. 276-277.

[31] Daniel Cosío Villegas, La Crisis de México. México: Clío, 1997, p. 15.

[32] Ibid., p. 16.

[33] Ibid., p. 22.

[34] Ibid., p. 25.

[35] Esta información está basada en el documental México: la historia de su democracia.

[36] “Informe a la VIII convención nacional de Acción Naciona, rendido el 16 de septiembre de 1949”, en Manuel Gómez Morín. Manuel Gómez Morín, constructor de instituciones (Antología.) México: FCE, 1994, pp.292-305.

[37] Ibid., p. 293.

[38] Ibid., p. 296.

[39] Información obtenida del documental México: la historia de su democracia.

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