viernes, 18 de enero de 2008

¿Cuál fue la influencia del platonismo en el cristianismo?

Joel Cruz Cotero

En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con trabajo, pero que no puede ser percibida sin concluir que ella es la causa primera de cuanto hay de bueno y bello en el universo; que ella, en este mundo visible, produce la luz y el astro de quien la luz viene directamente; que, en el mundo invisible, engendra la verdad y la inteligencia.[1]

Platón, La República

El cristianismo, como una nueva religión y explicación sobre el hombre y el mundo, nació con la muerte de Jesucristo. Hasta el Siglo II d. C. sólo contaba con algunos escritos para los pocos fieles que tenía, y su finalidad era dar a conocer la vida y la doctrina de Cristo y sus apóstoles, ejemplares a seguir, por medio de los evangelios y de la palabra. Fue hasta el Imperio Romano (27 A.C.-476 D.C.) cuando el cristianismo se desarrolló, de hecho es cuando nace como religión. Existen varías fases que al final consolidaron a la religión. Una de las etapas fue la Patrística[2] cuyo principal exponente fue Agustín de Hipona y se basó en gran medida en las ideas platónicas y neoplatónicas. La hipótesis de este ensayo por lo tanto será: qué tanto influyó el pensamiento de Platón y más tarde, durante el helenismo, el de Plotino en el cristianismo.

platón y las ideas platónicas

Platón nació en Atenas en 427 y murió en 347 a.C. Su nombre original era Aristocles. Platón decencia de una familia noble, y recibió la mejor educación artística y científica. Fue discípulo de Sócrates y el pensamiento socrático influyó mucho en él, sin lugar a duda, en la filosofía de Platón. Más tarde fue maestro de Aristóteles. A sus 40 años fundo La Académica, su escuela, en Atenas. Su filosofía era idealista porque las ideas eran lo principal para él. LosDiálogos son sus obras principales.

La teoría de las ideas

La teoría de las ideas demuestra la filosofía de Platón. En esta teoría Platón habló de un dualismo: un mundo sensible (ideas) y un mundo inteligible (cosas). El mundo sensible o de las ideas era el mundo real mientras que el mundo inteligible era el reflejo del mundo de las ideas. En el mito de la caverna ubicado en su obra de La República o de lo justo se puede apreciar esta teoría:

Imagina un antro subterráneo que tiene todo a lo largo de una abertura queda libre a la luz el paso, y, en ese antro hay hombres encadenados desde su infancia, de suerte que no puedan cambiar de lugar ni volver la cabeza, por causa que las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tengan delante. A su espalda, a cierta distancia y a cierta altura, hay un fuego cuyo fulgor les alumbra y entre ese fuego y los cautivos se halla un camino escarpado. A lo largo de ese camino, imagina un muro semejante a esas vallas que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultar a éstos el juego y los secretos trucos de las maravillas que les muestran. […] Figúrate unos hombres que pasan a lo largo de ese muro, portando objetos de todas clases, figuras de hombres y de animales de madera o de piedra, de suerte que todo ello aparezca por encima del muro. Los que portean, unos hablan entre sí, otros pasan sin decir nada ¡Extraño cuadro y extraños prisioneros.[3]

Platón en este texto comparó al hombre con los individuos encadenados, esto significaba que el hombre en realidad no vivía en el mundo real (de las ideas) sino en el mundo de las sombras, donde no eran libres. Los individuos no ven otra cosa que las sombras delante de ellos y es común para ellos porque así han vivido desde que nacieron. Aunque el hombre creyera que lo que lo rodeaba era lo que existía en realidad no era así, en el mito los hombres sólo veían lo que les refleja el fuego que al final no era lo real. Platón así explicó que en el mundo en él que vivía sólo se veía lo que los sentidos muestran y en realidad eso era falso. Además de que lo que veía el humano no era cierto, tampoco el conocimiento era verdadero. Según Platón, la verdad no era comprensible ni a través de los sentidos ni de la razón. No se podía saber la verdad si no se percibía a través de los sentidos, tampoco a través de la razón porque no se conocía nada sobre el mundo ideal.

Para Platón las ideas eran incomprensibles para el ser humano, sin embargo se sabia la existencia de estas ideas: “Si decimos y nos parece que algunas cosas son buenas, bellas o justas es porque existe el Bien, la Belleza y la Justicia. Es decir, además de las cosas existen las ideas.”[4] Las ideas eran realidades que existían con independencia de las cosas. Las ideas eran únicas, eternas, inmutables, inalterables e inmateriales. Por lo tanto las ideas sólo podían ser captadas por la inteligencia. En cambio las cosas eran múltiples, materiales, sometidas a un flujo de cambios permanentes. Como las cosas poseían menos realidad no se podía asegurar que existían. Las cosas podían ser percibidas por los sentidos pero no eran inteligibles por su constante movilidad. El mundo de las cosas era simplemente la imitación del mundo ideal y aunque pareciera real, lo cierto es que sólo era la imagen de éste.

El alma

El alma en la antigüedad era vista como lo que distinguía a los hombres de los animales; además, era lo que mantenía al ser humano con vida. Para Platón, el alma era inmortal. Se puede apreciar en su diálogo Fedro o del amor:

Partiremos des este principio: toda alma es inmortal porque todo lo que se mueve en movimiento continuo es inmortal. El ser que comunica el movimiento o el que le recibe, en el momento en que cesa de ser movido, cesa de vivir; sólo el ser que se mueve por si mismo, no pudiendo dejar de ser el mismo, no cesa jamás de moverse; y aun más para los otros seres que participan del movimiento, origen y principio, y el principio mismo no ser producido por nada, porque si lo fuera dejaría de ser principio.[5]

Según Platón, existían elementos que eran principios y también eternos. No podía existir nada antes que éstos, sino no habrían sido principios. Todo lo que se movía por si mismo y que podía mover a otros cuerpos era un principio. El alma, en este sentido, era un principio y era por lo tanto eterna. El alma siempre tenía movimiento y al momento de unirse con un cuerpo le daba movimiento y cuando lo abandona éste moría pero el alma era eterna.

El alma platónica era también dualista. En Fedro, Platón lo explica con el mito del cochero y los corceles:

Digamos, pues, que el alma se parece a las fuerzas combinadas de un troco de caballos y un cochero; los corceles y los cocheros de las almas divinas son excelentes y de buena raza, pero, en los demás seres, su naturaleza esta mezclada de bien y mal. Por esta razón, en la especie humana el cochero dirige dos corceles, el uno excelente y de buena raza, y el otro muy diferente del primero; y un tronco semejante no puede dejar de ser penoso y difícil de guiar.[6]

Los corceles significaban el camino del bien y del mal, y el cochero es el hombre, el que debía dirigir a los caballos y seguir el camino adecuado. Si tenía una vida buena (el cochero representando al hombre), el corcel de buena raza lo llevaría hacia el mundo divino, el mundo de las ideas. Si sucedía lo contrario, el alma no podría llegar al mundo ideal. Si los hombres vivían muy apegados al mundo terrenal, nunca podrían salir de éste y llegar al mundo divino.

Platón también tenía una idea sobre la reencarnación. El alma podía reencarnar en distintas formas terrenales. Lo interesante de este concepto es que era lo que pasaba cuando el alma tenía que abandonar el cuerpo terrenal. Se analizará otro mito, el mito de Er ubicado en La República o de lo justo. Er era una persona que se murió pero después de un tiempo regresó a la vida y dijo:

[…] como mi alma hubo salido de mi cuerpo, llegué con multitud de otras almas a un lugar completamente maravillo, en el cual se veían en tierra dos aberturas, próximas una a otra, y otras dos en el cielo, que correspondían con aquéllas. Entre estas dos se hallaban sentados los jueces: en cuanto habían dado su sentencia, ordenaban a los justos que siguiesen su camino, a la derecha, por una de las aberturas del cielo […]; a los malos, que tomasen su camino a la izquierda, por una de las aberturas de la tierra […].[7]

Los que se iban al cielo disfrutaban por mil años vivir en el mundo de las ideas, mientras que los que bajaban al inframundo sufrían y gemían de todas sus desgracias durante los mismos años. Los virtuosos eran recompensados y los que se habían manchado eran castigados. Después de pasar el tiempo de gozo o sufrimiento las almas reencarnaban en algo de acuerdo al grado que tenían.

Plotino

Nació en Licópolis en 205 d.C. En 232 entró a un círculo intelectual en Alejandría. Plotino recogía niños huérfanos y los educaba. Tuvo un discípulo, llamado Porfirio, que publicó sus obras, las Eneadas, y también la su biografía Vida de Plotino. Parte del pensamiento de Plotino estuvo basado en la filosofía platónica. Plotino murió de lepra en 270 d.C.

El Uno

Plotino consideraba que toda la materia viva tenía un elemento que se llamaba Uno: “Todos los seres tienen su existencia por el Uno, no sólo los seres llamados en el primer sentido, sino los que se dicen atribuidos de esos seres. […] Si lo separamos de la unidad deja inmediatamente de existir”[8]. Además, del Uno proviene todo. El Uno era como el Dios cristiano, algo divino, porque Dios era todo. Dios no decidía crear nada, simplemente las cosas surgían de él; la idea de que Dios hacía lo que quería, su voluntad, era ya una idea cristiana. El Uno formaba todo, si se descomponía el elemento dejaba de existir y se dividía en muchos nuevos elementos: “[…] cada uno de ellos es un cuerpo; pero un cuerpo que, si pierde su unidad, se descompone en múltiples partes, dejando de ser lo que era antes”.[9] Plotino pensaba, al igual que Platón, que el Uno (el mundo ideal en el caso de Platón) no se podía sentir ni razonar.

El alma y el cuerpo

Tanto el alma como el cuerpo estaban formados de la Unidad, por lo tanto eran lo mismo:

[…] el alma no puede existir sin ser una […], habría que hacer notar ante todo que lo que ocurre con el alma acontece con todos los demás seres, esto es, que no pueden existir sin la unidad y; sin embargo, la unidad es algo diferente de ellos, porque el cuerpo, por ejemplo, no es lo mismo que la unidad, aunque participe […] de ella. Además el alma, que nosotros consideramos una, es múltiple, aunque no se advierten en ella partes componentes. Es múltiple, porque se encuentran en ella diversas facultades, como la facultad de razonar, o la de desear, o la de percibir, todas enlazadas entre sí por el vínculo de la unidad. He aquí por consiguiente, que el alma da una unidad a los seres, que, a su vez, ella recibe de otro ser.[10]

Plotino veía en el hombre, al igual que Platón, una dualidad. Existía algo divino, una luz, que sería el Uno y algo oscuro, el cuerpo. El alma y el cuerpo estaban interconectados y era la necesidad del individuo alcanzar al Uno. Esta filosofía sería más tarde una de las bases del cristianismo.

San Agustín y el cristianismo Agustiniano

Vida e influencias de San Agustín

Vivió de 354 a 430 d. C. Nació en el Norte de África. Durante parte de su vida estuvo influenciado por el maniqueísmo.[11] Más tarde el maniqueísmo decepciona a San Agustín por una incongruencia que él veía: no era posible que el bien y el mal estuvieran al mismo nivel. Fue el arzobispo Ambrosio de Milán quien finalmente convirtió a San Agustín al cristianismo[12] y una vez convertido San Agustín elaboraría las raíces del cristianismo. Fue Obispo de Hipona, por eso se le conoce como Agustín de Hipona. Su pensamiento perduraría hasta el siglo XIII.

La verdad

Hay tres ámbitos que eran importantes para San Agustín: Dios, el alma y la verdad. Dios era el más importante pero no se podía entender ninguno si no se comprendía la verdad: “Dice San Agustín San Agustín al inicio de sus Soliloquios: ‹‹Lo que más ansió es conocer a Dios y al alma; pero, ¿cómo podré lograrlo si no conozco antes lo qué es la verdad?››”[13] Agustín, al igual que Platón, pensaba que el conocimiento no se podía adquirir a través de los sentidos, lo único real era lo que se encontraba en el mundo ideal. San Agustín consideraba a Dios como: la única verdad, el todo, la perfección. Las ideas eran importantes porque de ahí venía todo lo que existía, pero no se encontraban en un mundo de las ideas, como en la filosofía platónica, sino en la mente de Dios.

La caída

Cuando Dios creó al universo y a todos los seres, animados e inanimados, decidió crear al hombre que sería a imagen y semejanza suya. Después de que Adán y Eva comieran del árbol del conocimiento, prohibido por Dios, fueron castigados y enviados al mundo terrenal en donde tendrían que sufrir. En el mundo terrenal el hombre debía de hacer la voluntad de Dios para librarse del cuerpo terrenal y poder regresar al paraíso o como San Agustín lo conocía, la ciudad de Dios.

El cuerpo y el alma

El alma era inmortal (mientras Dios así lo quiera) pero sufría al unirse al cuerpo mortal. Cuando el alma se liberaba del cuerpo era pura y podía regresar al paraíso, donde sólo podían entrar almas puras, pero no siempre ésta tenía la posibilidad de liberararse del cuerpo terrenal:

Se dice inmortal [el alma] porque nunca deja de vivir y sentir, y el cuerpo por eso es mortal, porque puede faltarle totalmente la vida, y por sí mismo no puede vivir de modo alguno. Así que la muerte del alma sucede cuando la desampara el Señor, así como el cuerpo cuando deja el alma; por lo cual, la muerte del uno y del otro, esto es, de todo el hombre, sucede cuando el alma, desamparada de Dios, desampara al cuerpo; porque así ni ella vive con Dios, ni el cuerpo con ella.[14]

El alma debido al pecado de Adán tenía que vivir con un cuerpo que era corrupto y que cegaba su visión. Siguiendo la voluntad de Dios era como se salvaría.

La ciudad de Dios y la Ciudad terrenal

San Agustín utilizó la teoría del mundo de las ideas de Platón y la adaptó al cristianismo. El mundo de las ideas y el de las cosas de Platón serían la ciudad de Dios y la ciudad terrenal para San Agustín. Agustín habla sobre estas dos ciudades cuando Roma estaba en crisis, debido a un saqueó que hubo en esta ciudad en 410, y los cristianos fueron culpados por esto. San Agustín dijo que el problema no era el cristianismo, más bien era de la corrupción y la desviación del camino correcto (la fe y Dios) por parte del hombre por lo que Roma estaba siendo castigada. El cristianismo era la única guía para llegar a Dios y así a la ciudad de Dios. San Agustín explicó porqué todos estaban siendo castigados, incluso los cristianos:

¿Qué han padecido los cristianos en aquella común calamidad, que, considerando con imparcialidad, no les haya valido para mayor aprovechamiento suyo? Lo primero porque reflexionando con humildad los pecados por los cuales indignado Dios ha enviado al mundo tantas calamidades, aunque ellos estén distantes de ser pecaminosos, viciosos e impíos, con todo, no se tienen por exentos de toda culpa que pueda que puedan persuadirse no merecen la pena de las calamidades temporales.[15]

Conclusión

San Agustín, que fue un teólogo que sentó las bases del cristianismo. La influencia de su teología se baso en el platonismo y el neoplatonismo. En primer lugar, San Agustín consideraba que existía una ciudad de Dios y una ciudad terrenal, que sería como el mundo de las ideas y el de las cosas para Platón. En segundo lugar, el alma es dual y cuando se combina con un cuerpo (terrenal) sufre y tiene que encontrar el camino hacia Dios, en el caso de Platón hacia el mundo de las ideas. En tercer lugar, el alma es eterna, la diferencia es que Platón la consideraba como un principio y para San Agustín ésta emanaba de Dios, que era el principio y fin de todo. También, para Platón, Plotino y San Agustín, todo principio era eterno, en el caso de San Agustín, Dios era el principio. Otra gran influencia fue que la verdad no se puede conocer a través de los sentidos porque estos no muestran el mundo real; para San Agustín sólo se conoce la verdad a través de la fe. Una influencia más fue que Dios es todo para San Agustín como el Uno era para Plotino. Finalmente, los tres (Platón, Plotino y San Agustín) ven una dualidad en el hombre: un cuerpo y un alma, y el fin es alcanzar la divinidad.

La filosofía de Platón tenía mucha influencia y era muy conocida en el mundo helénico. San Agustín consideraba que platonismo y neoplatonismo eran las doctrinas antiguas con menos errores sobre la concepción del hombre, del mundo y de Dios. Sin embargo, los platónicos y neoplatónicos todavía no habían comprendido todo, por eso fueron considerados por Agustín como pre-cristianos. Un ejemplo, de la todavía mal interpretación de la verdad, es que para los platónicos el bien y el mal estaban en el mismo nivel, mientras que para San Agustín el bien tenía que ser superior al mal. San Agustín dio una nueva interpretación a estas doctrinas y las adaptó al cristianismo, que sería la nueva verdad. Esta nueva forma de pensamiento (platónico cristiano) existió hasta el siglo XII cuando Santo Tomás dio una nueva explicación teológica.


Bibliografía

Chávez C., Pedro. Historia de las doctrinas filosófica. México: Pearson, 1998.

Platón. Diálogos. México: Porrúa, 2007.

Plotino, Enéada VI. Copias.

San Agustín. Ciudad de Dios. México: Porrúa, 2006.

Vidal, José. Pensamiento antiguo y medieval. http://www.xtec.es/~jgonza51/ (acceso septiembre 28, 2007).



[1] Platón, “La República o de lo justo” en Diálogos. (México: Porrúa, 2007), p. 159.

[2] Se desarrollo hasta el siglo IV en Grecia y hasta el siglo VIII en Roma. En esta etapa se constituye la base del corpus doctrinal del cristianismo. Lo más importante es dar a conocer la doctrina y combatir a la herejía. Los autores principales serán los llamados Padres de la Iglesia. Estos hicieron obras para exponer al cristianismo.

[3] Platón. Op. cit. p.155.

[4] José Vidal, “Pensamiento antiguo y medieval” en http://www.xtec.es/~jgonza51/ (acceso septiembre 28, 2007).

[5] Platón, “Fedro o del amor” en Diálogos. (México: Porrúa, 2007), p. 265.

[6] Ibid. p. 266.

[7] Platón, “La República o de lo justo” en Diálogos. (México: Porrúa, 2007), p. 239.

[8] Plotino, “Sobre el bien o el Uno” en Enéada VI. Copias. p.1.

[9] Idem.

[10] Idem.

[11] Era un culto pagano, desde el punto de vista cristiano, que creía en el dualismo: separando así, el bien y el mal. Los maniqueos creen que el espíritu humano es de Dios pero el cuerpo es del demonio. El espíritu se encuentra atrapado en el cuerpo y el espíritu tendrá que liberarse del cuerpo. El maniqueísmo niega la responsabilidad por males cometidos ya que no son producto de la libre voluntad, más bien del dominio del mal sobre la vida.

[12] Influyó mucho su madre, Santa Mónica, para que Agustín se convirtiera al cristianismo al mandarlo con el arzobispo Ambrosio de Milán. Agustín se convenció después de mucho pensar que el sólo el cristianismo nos podía llevar a la verdad.

[13] Pedro Chávez, “El cristianismo” en Historia de las doctrinas filosófica. ( México: PEARSON, 1998), p. 92.

[14] San Agustín, “La muerte, pena del pecado de Adán” en La ciudad de Dios. (México: Porrúa, 2006), p. 343.

[15] San Agustín. “La devastación de Roma no fue castigo de los dioses debido al Cristianismo” en La ciudad de Dios. (México: Porrúa, 2006), p. 10.

2 comentarios:

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